Que menos que intentar dejaros la segunda parte de la primera parte (momento Groucho Marx) de «Un año para olvidar y recordar», antes de que acabase el mes de enero… Pues, queridiños, no pudo ser; estamos en febrero.
Por si la hubieseis olvidado o por si la quisieseis recordar, os dejo aquí el link a la I parte.
II PARTE: JULIO -DICIEMBRE 2021
El verano siempre ha sido mi estación favorita, preferida y más disfrutada del año Quizá porque donde yo habito el trabajo puede compaginarse con agradables temperaturas y, sobre todo, puede compaginarse con el mar. O quizá pueda deberse a que en otra vida (y en esta) fui más cigarrita que hormiga. Y eso, se ve que también cuenta.
Y en julio cumplí otro año, como ya viene siendo habitual y también, como siempre, celebré otro santo. Al tiempo, mi sobrino mejoraba y mi madre (y yo) nos acostumbrábamos a su nueva vida fuera de casa. Agosto lo pasé, (que aunque no lo pareciese, trabajo, era) de concierto en concierto como una groupie viejuna cualquiera.
Y el verano seguía y yo, que seguía empeñada en volverme a enamorar, lo único que veía era a mi abuela apareciéndoseme cada noche mientras pronunciaba su famosa, visionaria y lapidaria frase de: «hijiña, ya te digo yo que ni queriendo, tienes donde ahorcarte».
Un día de finales de agosto, en una cena de amigas, divertida y ruidosa a más no poder, tras permitir que un inolvidable Godello, cual famoso Cariñena, se apoderase de mí (y de todas) dos de mis amigas (socias y además editoras) me propusieron escribir. La idea inicial se perfiló como gastronómico-pedagógica aderezada con la supuesta gracia que ellas me ven a mí en esto del juntar letras. Para eso, la verdad, no me consideré suficientemente cualificada y la cosa acabó mucho más frívola, y, consecuentemente, mucho más divertida. Acabamos exaltando muchísimo la amistad e imaginando una hipotética novela sobre la tan de moda y famosa aplicación para ligar.
Y yo, que como mente curiosa que aún soy, le tenía ganas al asunto, me faltó tiempo y me sobró auto justificación. Además de en la conocida aplicación de Tinder, me di de alta en otra de apariencia mucho más seria que, desgraciadamente, ofreció escasos resultados y en otra alternativa (mucho) en la que, vistos los candidatos, aguanté una semana. Y sin respirar. Yo, si tengo que hacer un trabajo de campo, siembro. Y siembro mucho, para poder luego cosechar.
Y se agotaba el verano cuando, ¡por fin!, volví a sentir las ansiadas mariposas en el estómago y las uñas de Rosalía, (y no de la de Castro, precisamente) rasgando de arriba a abajo mi órgano digestivo. ¡Y me volví a enamorar! Me enamoré y lo hice como intento hacer yo todo en la vida: intensamente y de verdad.
Y lo nuestro duró, lo que le duran a Sabina dos piedras de hielo en un whisky on the rocks. Traducido a unidades de medida más conocidas, fueron diecinueve días. Para olvidarlo, mantengo la esperanza de no necesitar de sus correspondientes quinientas noches.
Y me enamoré. Me enamoré de mi primera cita Tinder que debe ser algo digno de aparecer en el famoso libro ese de los records con nombre de cerveza. Y di por hecho que eso era, de hecho y hasta de derecho, una señal. Y aquella suma de encuentros y casualidades me pareció un guion de película, película que, para mi desgracia, no supe calificar. Él cumplía todos los requisitos que yo había enumerado en aquel post de: quiero volverme a enamorar. Él superaba todas las condiciones y Él rebasaba todas mis expectativas. Era, hasta más joven que yo, y esa ya era otra señal.
Y quizá porque tuve una infancia soleada hasta en exceso, siento especial admiración por aquellos que la han tenido más sombría que yo y han llegado a ser lo que son, contra todos los elementos de sus vidas y sólo por obra de sus méritos. Si como dice Rilke: «la infancia es la patria del hombre», se ve que la mía sigue iluminando mi vida adulta y, lo que es más peligroso, atrayendo hacia su luz oscuridades ajenas.
Y comenzaron a caerme del cielo más señales de esas que, cuando no son de tráfico, se ve que yo no sé interpretar. Él era amigo de amigos comunes y nunca nos habíamos cruzado, en su casa y en la mía teníamos dos cuadros del mismo conocido pintor gaditano, escogimos los mismos azulejos para nuestros correspondientes baños, nuestros gustos éticos, estéticos, gastronómicos y literarios eran muy similares, aunque Él, acertadamente por cierto, me recomendase olvidarme de los vivos y leer más a los muertos.
Y apreciábamos las mismas y relevantes cosas. Él era, y es, un hombre inteligente, elegante, culto, delicado y sensible, como no he conocido a ningún otro. Teníamos (que no es fácil) sentidos del humor idénticos que convertían nuestras conversaciones en ingeniosos partidos de un sincronizado y divertidísimo ping pong. Me va a costar olvidarlos. Otras cosas, también.
Y como su paso (y sus posteriores repasos) por mi vida han sido completamente anónimos y nadie de mi familia o amigos íntimos consiguió conocerlo, puedo permitirme hoy hablar así y aquí de Él. Por supuesto, juro que ni bajo tortura de un ejercito de Jemeres Rojos, revelaría un sólo dato que permitiese identificarlo. Lo hago, porque confío en los valores terapéuticos de desnudar el alma por escrito, casi más, que en los de hacerlo en tradicional confesionario y acompañándolo con mucha fe.
Y en esos intensos diecinueve días consiguió subirme a la nube más alta en la que recordaba haber estado en mi vida. Si el amor es un acto de fe y un milagro, a mi edad, y en este momento de mi vida, me pareció doble. Y yo siempre he sido mucho de mantener la fe y la esperanza hasta justo antes de que suceda: de que suceda el milagro.
Y a estas alturas de partido, Él fue capaz de regalarme primeras veces. De las que se pueden contar aquí, diré que fue el primero que me regaló una cena cocinada por él y para mí. Que metiese la carne en la olla exprés aún congelada y que para conseguirlo tuviese que ayudarse de una motosierra, fue y será, irrelevante. Nunca disfruté tanto de algo tan difícil de masticar y digerir. Conviene recordar, igualmente, que a sus méritos debo, el haber ingerido mi primer Lexatín.
Y nunca, en toda mi vida amorosa, que hecho el recuento tampoco ha sido tan poca, había sufrido una bajada del cielo tan repentina, tan inesperada, ni tan estrepitosa. Por la suma de todo ello fue tan sorprendente dolorosa. Es cierto que yo intuía dónde estaba el punto débil de mi mirlo blanco, pero viendo como iba sucediendo todo, preferí esperar, vivir y disfrutar de todo lo bueno, que era mucho y caído del cielo, además.
Y después y mucho, un día empecé a llorar. Lloré todo mi acumulado personal y pendiente. Lloré por mi madre, por haberla tenido que arrancar de su casa, por las penas pasadas de mi hermano y por la preocupación por mi sobrino. Lloré por las angustiosas noches de insomnio en León y por haber pasado tanto tiempo alardeando de fortaleza y sonriendo como si ni en mí, ni en el mundo, pasase nada. Lloré porque tocaba. Y cuando toca, se llora, que sé de buena tinta que las lágrimas no derramadas, cristalizan y el día que al final caen, al caer, rasgan el alma.
Y reconozco que él hizo por mí cosas que sé que no había hecho antes por nadie y que aunque para mí fuesen normales, las aprecié y valoré como otra magnífica señal .
Y una mañana de domingo, en estado casi de ansiedad, oí que aquello se le había ido de las manos y tuvo a bien decirme que, prácticamente, me había visto de blanco en un altar. Intenté tranquilizarlo con argumentos de peso, de tanto peso como yo, claro está. El argumento, el suyo, fue que se había dado cuenta de que yo era la persona más intensa con la que había estado en toda su vida. Luego, averigüé que también fui la más alta. Creo que la más delgada, también.
Y después, por ahorraros tiempo de lectura a vosotros y a mí de remordimiento, nada tuvo sentido ya. Ahora lo sé. Me pidió tiempo y se lo di. No sabía bien para qué serviría pero era lo único que podía darle y lo único que podía hacer. Me propuso volver al principio, y yo no entendí al principio de qué podíamos volver, máxime después de tanto sentir y después de tanto hacer.
Y le ofrecí, a costa de las mías, otras frecuencias con la esperanza de intentar adaptarme a él. Le propuse acabar y olvidarnos para siempre pero me habló de un posible resquicio, y yo, cual metafórica y desesperada naúfraga, me aferré a él. Hay que ser muy rubia, para pretender no ahogarse en semejante mar de despropósitos. Y aferrada a un resquicio. Aún no sé ni de qué.
Y después de idas y venidas, de intentos de no sé qué en los que la única letanía era el «sin compromiso», llegó el momento del sentido común y perdiendo el mío, actué como una quinceañera. Lo bloqueé para no verlo, para no enseñarle mi vida y para intentar que fuese menos imposible olvidarme de Él. Queríamos cosas distintas y así tenía que ser. Y fue así hasta que un tiempo después y por no hacer caso a otra señal, en este caso de tráfico, en un paso de peatones, casi lo atropellé.
Y días después del atropello fallido y sabiendo perfectamente lo que yo sentía y quería con Él, volvió a aparecer en mi vida. Tardé dos minutos, escasos, en olvidarme de todo, en ilusionarme otra vez. Entendí que después de todo lo pasado, de las idas y venidas y sabiendo lo que por él yo sentía, me habría echado de menos y hasta de más. Al fin y al cabo yo era la persona con la que más se había reído en su vida y la que mejor sabía cocinar. La suma de ambas capacidades era imbatible. O no. .. También me dijo, que yo le atraía en los tres ámbitos en los que una persona puede resultar atractiva para otra y que podréis perfectamente imaginar. Más tarde se acabaría arrepintiendo de un mensaje que se transformó en mi mejor arma para desmontar todos sus quiebros y requiebros. Es lo que tiene la lógica, aunque yo ejerza de rubia y aunque ya de igual.
Y aquella semana de Noviembre, Él la convirtió en la mejor semana del año. Decir que en la mejor de mi vida, igual es exagerar. Aparecieron clientes nuevos, reapareció él y, lo mejor de todo, la biopsia de mi sobrino no pudo dar mejor resultado. Sé y asumo que igual no vuelvo a ser tan feliz ya en mi vida. Vivido queda, disfrutado, también. Y contado, está.
Y el resultado de esta nueva vuelta sólo por él auspiciada y propiciada, fue el de esperar. Mi hermano, al que después de todos los malos tragos pasados, también vuelvo a tener contento, ilusionado, con novia y reubicado, me dijo un día riendo, que además de ser yo su única hermana, soy la única persona que conoce que necesita estrellarse cuatro veces contra la misma piedra. «Los seres normales se golpean una y los torpes, dos, cuando llegues a la cuarta me avisas, hermana» . Mejor no le digo nada, que fueron al menos seis y no estoy segura de que estén bien contadas.
Y aquella semana perfecta dio lugar a otra rara, preámbulo de la extinción unilateral de aquel contrato que, otra vez por causas ajenas a su voluntad, a mí me dejó como a Serrat: chupando un palo sentada, sobre una calabaza.
Y esa vez sí que me enfadé.
Y después, por intentar que no fuese molesto hasta cruzarse en la calle conmigo, se presentó en mi taller y pretendió explicar lo inexplicable con la metáfora imposible de que yo era como una borrachera con la mayor resaca de su vida. Conmigo, y de mí, bebía y se lo pasaba tan bien, que después sufría una resaca tan terrible que se juraba a sí mismo no volver a caer. Nunca me habían llamado hechicera y nunca había yo visto borracheras sin beber. En aquellas dos semanas nos vimos, no se me olvida, una vez y un poquito. Sería ya el colmo que además de conceder yo espacios y frecuencias que no eran de mi estilo acabase pareciendo aquella Glenn Close loca de Atracción fatal. Aunque bien pensado, ¡qué buen título para mi personal película de esta temporada!
Y como extrañar es siempre el precio del amor no correspondido, me dispuse y predispuse a extrañarlo. Y mucho. Bloqueándolo otra vez, seguí echándolo mucho más de menos. Sé que encontrar esa media naranja platónica no es fácil y no muchas veces se llega a tocar el alma ajena. Discrepar en carácter, pero coincidir en gustos, aficiones, humores y sensibilidades es la definición de la atracción perfecta y una verdadera lotería. Sé que hacerlo a estas alturas del partido, más que lotería de categoría nacional, es de lotería primitiva. Y ahora sé que un premio es maldición cuando el trofeo es imposible. También sé que el daño innecesario es crueldad y cómo, sin mentir, tampoco se llega a jugar limpio.
Y un año tan especial como este no podía acabar sin hacerme pasar por un navideño Covid y sin que este, al pasar por mí, fuese también de las mismas especiales características. El día anterior a mi diagnostico, en Pontevedra y como en la canción de Aute, sin querer sorprenderlo en un desliz, el teléfono estaba tan cerca, que no lo pude resistir… Y fui yo la que lo llamé.
Y lo llamé saliendo de una fiesta y suerte (para él) que no oyó mi llamada. Si nos hubiésemos visto le hubiese contagiado. Aunque, bien pensado, resistiéndose tanto a mis encantos puede que también hubiese resistido a cualquier otra cosa. Vio mi llamada más tarde, la contestó, y mentiría si digo que recuerdo la conversación. Al día siguiente le escribí pidiéndole disculpas por haber roto mi propio auto voto de infligido silencio, él me contestó encantado de poder volverlo a hacer.
Y esa misma tarde le escribí un sentido texto que no era más que un explicativo listado, tanto de edulcorados reproches a sus acciones, como de mis sentimientos. No tenía que responderme, lo dejé claro. Pero lo hizo. Lo hizo diciendo que aquello no era una carta, era un capítulo de Rojo y negro. Y tras tan Stendhaliano piropo, di positivo y comenzó mi confinamiento.
Y llegaron veinte días en que no hubiese estado más pendiente de mí ni el Romeo más entregado y perfecto. Volvió la complicidad, las conversaciones eternas, el ping pong de risas más sincronizadas que unas quesadillas, los comentarios interminables sobre vida, política, literatura y sobre otros temas que, como comprenderéis, no procede contar aquí.
Y yo me reía, y mucho, y feliz, diciéndole que no sabía lo que duraría este nuevo e inesperado episodio nuestro, que para colmo de imponderables había sido auspiciado y apadrinado un virus chino y cochino. Y, claro, así nos fue.
Y Él se reía. Y dos veces que por trabajo pasó cerca de Vigo, paró su coche frente a mi casa y desde la acera de enfrente me llamó por teléfono para que me asomase a la ventana. No tengo ya largas trenzas rubias que lanzar a modo de escala, ni siquiera conseguí verlo porque me pilló sin lentillas y preferí sonreírle mucho a una farola, antes de que Él me viese con gafas.
Y el final de tantas atenciones, conversaciones y confidencias fue tan decepcionante como sorprendente. Al final y después de todo, Él, no quiso verme más. Si hubiésemos sido una quiniela: Metaverso 1, Santo Tomás 0. El nivel de empatía demostrado , conocidos por Él mis sentimientos y disfrutadas por mí sus generosas y variadas atenciones, dudo si calificarlo como de síndrome extraño sin diagnosticar, o como una irresponsabilidad emocional, tan grande, que muy urgentemente habría que hacérsela mirar. Puede parecer extraño pero lo que es, es triste; yo sé que no es maldad.
Y comencé este enero leyendo un artículo de mi admirado Juan Tallón sobre sus propósitos para este año, y en él, de repente, encontré mi solución. Decía, más o menos, que a veces en la vida había que conformarse con el fracaso de lo que se quería. A veces deseas algo, lo consigues y lo pierdes. Y ya está. Citando sus palabras y asumiendo su retranca: «introducción, nudo y desenlace, al menos es una historia con estructura».
Desde luego y en el caso de esta historia , por nudos, que no sea.
Y para lo de la estructura, no se si empezar arquitectura, o si me vendrá mejor una ingeniería…
33 comentarios
Buenoooo! Te superas a ti misma , Carmen! 😂😂😂como me río con tus entradas, y con tus salidas! Jejeje La bomba eres. Sigue escribiendo que lo haces genial. En cuanto veo el mail me falta tiempo para leerte. 👏👏👏👏👏
Pues mil gracias, Teresa, por tu afición a leerme. Es muy de agradecer. Y lo hago…
Me encanta como cuentas las cosas.
Escribe un libro ya 😊😊
Igual un día me pongo, Rosa…Gracias por comentar aquí.
Dios Carmen ……………….que pasada , que historieta conmovedora excelentemente narrada , me parece un lujo que te cagas poder disfrutar de tus escritos y tus sentimientos .
No dejes de cocinar porque lo haces muy bien pero escribir , tia …………..lo bordas .
Gracias por compartir tus experiencias , eres altamente generosa .
Infringidoras per secula seculorum !!!!!!!!!!!!!!!!!!
Infringidoras, siempre infringidoras y bendito el infringimiento que un día nos unió…Gracias por estar siempre ahí, tan tú y tan auténtica.
Si decides escribir una novela aquí me tienes entre tus lectoras primeras
Más se perdió en Cuba, asi que mirar hacia delante , una persona así mejor lejos que cerca.
Buenos propósitos para el 2022 y a golpe de melena rubia nos los vas contando
A golpe de melena rubia, y aunque me la haya cortado, incluso de más, os seguiré contando…Gracias por comentar, Marisa.
Leerte me lleva a recordar a mi querida Almudena Grandes, eso que sentía cuando leía sus historias, esa manera de emocionar con el relato de los sentimientos, fueran cuales fueran; soy viguesa de nacimiento y de corazón; vivo en la otra punta, la medicina aquí em trajo; pero siempre vuelvo, al menos dos veces al año y creo que un día pasaré por allí.. gracias por este relato .Seguiret no es una casualidad.
Pues cuando vuelvas a casa me encantará conocerte, María José. Te llevas el premio al mayor y más inmerecido piropo. ¡Menuda comparación! Mil gracias…
Carmen ,eres genial como persona,como cocinera y como escritora
Me encanta leerte y lo paso genial imaginándote
Paloma, a mi también me gusta mucho imaginarme personas. En eso nos parecemod, seguro que en mucho más, también. Gracias por el piropo y otras tantas por leerme.
Me encanta como escribes. Incluso el dolo más profundo que se entiende que sufriste te tiene un guiño de humor. Querida, por muy perfecto que sea, desde fuera y leyendo esas idas y venidas, te enamoraste hasta las trancas de un mareador de libro. Huye lo más lejos que puedas si volvéis a cruzaros porque está a gusto contigo, pero no tanto como para hacerte un hueco definitivo en su vida. No soy vidente pero después de haber tropezado cincuenta veces (o más) con tres piedras parecidas, estoy segura de que EL no es. Ya llegará. Un beso
Hola, Cris:
Eso es exactamente lo que intento, reírme de mis penas y reírme mucho de mí. Cuando lo consigo sé que estoy en el buen camino. Esta vez me costó, al final, escribiendo, lo conseguí…
Y estoy de acuerdo contigo: él, no era Él. Un beso y gracias por dejar tu comentario hoy aquí…
Hola Carmencita; leí con gran interés un relato encendido de pasión, escrito con la vehemencia de una adolescente y la capacidad cognitiva de un raciocinio de adulta culta y reflexiva. Somos una suma de genética, vivencias, sensaciones y aprendizaje. Alegrias y frustraciones remedan a los dientes de sierra de una competición deportiva. El amor tiene la virtud o el defecto de ejercer de guillotina que desconecta cerebro y corazón que funcionan de forma autónoma. Un gran amigo mío en épocas pretéritas donde el desengaño amoroso me sumia por tiempos entre la melancolía y el desenfreno reparativo me dijo algo tan simple como exacto: Amigo Paco, primero superación racional de valorar aquello que no te conviene, la superación emocional viene mucho después. Luego viene el conocido y quizá campurriano refrán de que la mancha de la Mora con otra verde se quita. Prosaica pero útil en un apuro. Si apuramos la filosofía, nos vamos al amigo Tagore; “ no llores por la pérdida del sol porque las lágrimas no te dejarán ver las estrellas”. A esta preciosa reflexión, el humorista ya fallecido El Perich, la cambió el final por algo más escatologico; no llores por la pérdida del sol porque las lágrimas no te dejarán ver la “ mierda que hay en el suelo” . En efecto Carmencita; hay mucha muerda disfrazada de polvo de estrellas y algunos sapos disfrazados de principes a los que no entiende ni la madre que los-as pario y en cuyo ciclo vital alternan la brillantez con sublimes gatillazos mentales fruto de la indecisión, el miedo o la inseguridad. Que te voy a contar que tú no sepas. Átate al palo mayor de tu entorno no tóxico y haz como Ulises en el camino de vuelta a Itaca que conociendo sus anhelos no quiso atender a los cantos de las ladinas Sirenas.
Hola, Paco:
Tu comentario da para otro inspirador post. No puedo estar más de acuerdo contigo. Yo soy de las que huyo del escepticismo militante, ese, tan propio de la edad, que convierte en derrota todas las batallas sin ni siquiera haberlas librado.
Ya me até al palo mayor de mi vida, que, en mi caso, es más bien pequeño. Ahora ya puedo resistirme a cualquier canto de sirena. Está vivido, disfrutado, llorado y vivido. Al final, no consiste en mucho más la vida.
Gracias por comentar y por dejar tus sentimientos hilvanados aquí.
Un abrazo.
Un comentario ligero y en Gallego de un amigo lejano, apodado Visiño, auténtico filósofo urbano y si se me permite cariñosamente un auténtico animal de bellota. Entre otras irreproducibles; “o que contan son as feitas”
Tus recetas, tus mesas, tus historias me tienen enganchada. Esta última es una delicia, con el punto justo de todo. Deberías recogerlas en un libro de recetas para el ánimo; tu forma de encarar las situaciones es tan real y tan positiva que seguro ayudarías a muchos a llevar mejor las suyas y a todos tus lectores a pasar un tiempo dorado como el verano de nuestro Vigo . Gracias por compartir tus escritos
Gracias a ti, Mercedes, por estar siempre ahí. Intento, bueno, no sé que intento. Y la verdad es que mucho mérito no tengo que yo ya vine así de serie. Poco de esto es logro mío. En esto, se ve que tuve suerte, en otras cosas, ya ves que no…pero seguimos jugando para Bingo. A ver si, por lo menos, un día, canto línea…
¡Ay Rubia! explayarse así es mejor que ir al psiquiatra. Lo sueltas todo y te ahorras los honorarios del especialista.
Un beso muy fuerte.
No puedo estar más de acuerdo contigo, María. Ahorre tanto que con esos ahorros me fui a Londres y por eso tardé unos días en contestar…
Me encantan tus historietas Carmen
Son vida, Celia. Vida vivida, exprimida y disfrutada, como me gusta a mí que sea. Gracias por comentar.
HOla Carmen, de verdad estoy alucinada. Me tienes enganchada a tus recetas y esperando a que puedas tenernos en tu taller con un curso de mejicano, de navidad o de lo que sea. Quizá debieras replantearte tu profesión y ampliar el abanico. Qué tal un curso de cómo tropezar 6 veces ó 60 y decirlo con tanta gracia y a la vez humildad pero sobretodo ponerle ganas a superar un daño tan gratuito como insensible propio de personas que no las son.
De corazón espero que lo superes pronto y te animo a que escribas, enganchas de principio a fin.
Un besiño
Ese curso de como tropezar 60 veces en la misma piedra, podría darlo con los ojos cerrados, Montse. Se ve que es mi especialidad… Publicar este post ha supuesto pasar página a esta historia. Imagino que, aún siendo anónimo para todos, se habrá enfadado. Ahora ya me da igual. Y para mí, por fin, ha supuesto pasar página. Gracias por comentar y perdón por mi tardanza en contestar.
Querida Carmen, a veces aquel dicho de » ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio»,pero no hay nada que los cure mejor que haciendo ese análisis objetivo que has hecho. ..un día te dije:Estas preparada,recuerdas? Y veo que no me equivoqué, el mundo no está hecho para cobardes indecisos, aunque también de ellos se aprende.
Querida Berta:
A veces, creo que para quien no está hecho el mundo es para mí. Pero luego se me pasa. Y de todo se aprende en la vida. A veces, es lo único que nos queda.
Gracias or comentar y perdón por mi tardanza en contestar.
Me encanta. Cuando decidas escribir libros te los compraré todos.
Un beso
Ojalá llegue ese día, Felicidad…Gracias por tu comentario
Carmen, Carmencita, no pierdas nunca tu forma de ver la vida, de afrontar los problemas, de cuidar de los que más quieres, y , sobre todo, de reírte de ti misma, de las señas de tráfico y de las experiencias que buscadas por ti misma. Siempre sigues aprendiendo y compartiéndolo con nosotros. Yo también deseo leer ese libro que tienes en mente y que será un Bestseller asegurado!
Tú que me conoces bien, sabes que la capacidad para reírme de mí misma y hacer de mis penas, chirigotas, quizá sea lo mejor que tengo. Como no es mérito propio que ya vine así de serie, casi puedo presumir. Presumir de la suerte que he tenido y de los amigos que tengo, también.
Gracias por comentar y por hacerlo aquí en vez de por whatsapp
Hola Carmen,creo que te lo han dicho todo lo que yo pienso.Ese sentido del humor en tus comentarios me encanta.Las recetas como tú diferentes y originales.Por favor escribe ese libró que estamos esperando ,para poder disfrutarlo. Besos.
Julia, mil perdones por tu comentario que se me quedó sin contestar y mil gracias por lo que me dices…